Ricardo Pérez-Accino

“Cuando un individuo perverso entra en un grupo, tiende a reunir a su alrededor a sus miembros más dóciles con la idea de seducirlos. Si un individuo se niega a alistarse, el grupo lo rechaza y lo convierte en chivo expiatorio. De este modo, entre los miembros del grupo, se crea una relación social en torno a la crítica común de la persona aislada, y en torno a los cotilleos y los chismes. En este punto, el grupo ya se halla bajo la influencia del perverso e imita su cinismo y su falta de respeto. No se puede decir que estos individuos hayan perdido todo sentido moral, pero, al depender de una persona sin escrúpulos, han perdido todo sentido crítico.”

Marie-France Hirigoyen. El Acoso Moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Editorial PAIDÓS

Aquí se describe el hostigamiento a un trabajador, a un funcionario público, y sus consecuencias. Aunque este relato está basado en un caso real, se han generalizado y modificado algunos extremos para propiciar una mayor capacidad descriptiva. Según se desprende del resultado de investigaciones llevadas a cabo por expertos los procedimientos utilizados para llevar a cabo una situación de acoso psicológico son iguales en la empresa pública que en la privada, sin embargo las consecuencias suelen ser de mayor gravedad en la pública debido a la mayor resistencia del acosado que carece de la capacidad de negociar su despido.

Acontecimientos Consecuencias y síntomas
Llega un jefe nuevo a la oficina o un compañero nuevo, el acosador, o quizá es el acosado el que cambia de destino y entra en un nuevo territorio laboral.
Ninguno.
En un primer momento no pasa nada especial. Solo se percibe de forma sutil que el acosador no se comunica fácilmente con el acosado. Es muy sutil y el trabajador lo percibe subjetivamente pero no le da importancia pues no hay nada objetivo que ocurra realmente, es solo una cierta evitación en la comunicación.
Ninguno.
Surgen una o varias discrepancias entre acosador y el trabajador, aunque el acosador no lo da a entender, no manifiesta que existan estas discrepancias, no se da por aludido. Estas roces por falta de acuerdo en el criterio constituyen una “pitada de falta” (el trabajador pone de manifiesto arbitrariedades, actos faltos de ética o de moral, injusticias, descubre prácticas erróneas o corruptas, etc.) y, simultáneamente surge la envidia. Es una situación de envidiar la forma de vida del trabajador, que naturalmente incluye su forma de llevar a cabo su trabajo. Nada extraordinario ni ajeno a la dinámica normal en relaciones laborales.
Ninguno específico salvo que el trabajador percibe una tendencia a una deficiente comunicación del acosador con él sin motivo que lo justifique. No le resulta preocupante, ni tampoco ajeno a lo que se suele dar en relaciones laborales normales.
El acosador comienza la alteración de los canales de comunicación con el acosado. No habla con él. Al tiempo propicia el incremento de comunicaciones con todas las personas que están en su entorno laboral, se lleva a cabo un puenteo tanto de las relaciones ascendentes como descendentes en la línea jerárquica del acosado que queda al margen, excluido, de esta comunicación.
Empieza a manifestarse estrés. Comienza a darse una cierta inseguridad en el acosado que no sabe lo que se cuece a su alrededor. Al acosador no parecen gustarle las ideas de mejora y optimización que plantea el trabajador en su habitual línea de trabajador brillante y responsable. El puenteo se hace incómodo pero el acosado se plantea: ya se le pasará, es novato, no conoce aún quien es quien, es cuestión de tiempo que aterrice, se está equivocando por nuevo e inexperto.
Se ha establecido un aislamiento técnico del trabajador que ya se puede considerar como acosado. El acosador directamente o a través de terceros propone al acosado el desarrollo de funciones y responsabilidades muy por encima de lo que realmente le corresponde sin que se hable de contraprestación alguna (falsa promoción).  Si el acosado se niega, por fin consigue de este modo un “conflicto” esgrimible ante el grupo laboral: no me ha querido ayudar. Si lo acepta se le abruma con labores que no están descritas para su puesto de trabajo y se le pone a competir con otro al que se le encomienda el mismo trabajo (control dual). Da igual lo que haga y como lo haga, el del otro será el trabajo valorado, el suyo no y el desgaste con el rival por la disputa de la parcela laboral estará abierto. Sin embargo el acosador aparece ante la víctima como un juez equivocado o mal asesorado.
Se establece el estrés.
El acosador elimina totalmente los canales de información del acosado. En mayor o menor medida le priva de elementos materiales de trabajo (ordenador, teléfono, cursos de actualización, etc.) o le altera su forma de comunicación tanto con sus jefes como con sus subordinados; puede que ambas cosas. Si se le permite asistir a algún curso de capacitación es sobre una materia totalmente ajena a su trabajo. Las iniciativas del acosado sobre su trabajo se boicotean y siempre es otro distinto al acosador el que aparenta ser el responsable de los conflictos y actos de boicot. Si hay varios niveles jerárquicos entre ambos, los que aparecen como responsables de los conflictos siempre son los otros: el acosador esconde la mano.
Se mantiene el estrés y empieza la ansiedad.
Cuando falto de comunicación la víctima fuerza la situación y obliga al acosador a hablar con él, pues no hay ninguna guerra abierta, este desarrolla un sistema de lenguaje paradójico con el acosado. Se le da verbalmente o por escrito un doble y contradictorio mensaje que se percibe solo subliminalmente, no de forma racional y consciente. Son siempre mensajes ambivalentes que desestabilizan al acosado sin que este llegue a saber porqué se da esta sensación de inseguridad en sus muy escasas relaciones con el acosador.
Persiste el estrés y la ansiedad, se inicia un gran desconcierto y puesto que no hay un conflicto abierto y analizable la víctima empieza a ser consciente de que no entiende lo que pasa. De la información paradójica únicamente procesa de forma consciente la que la dice no pasa nada que es la que le lega por los cauces objetivos; mientras que la que le dice no trabajas bien, no quiero hablar contigo, tu trabajo no tiene valor alguno, no es procesada racionalmente por lo que a pesar del conflicto interno que se crea en el acosado no inicia mecanismos de defensa pues aparentemente sigue sin haber ataque.
Se consolida el puenteo y aislamiento. Se empiezan a boicotear los trabajos del acosado que hasta ahora eran considerados por todos como satisfactorios y que de repente pasan a no ser considerados. Se le desprestigia. De forma gradual se forma entorno al acosador un grupo de críticas, calumnias, verdades a medias que se vierten hacia el acosado que se apercibe de ello. Pero el acosador únicamente da pie, son los demás los que le hacen el trabajo sucio. Empieza un sutil aislamiento en el acosado propiciado por el orgullo, la certeza de lo que es una buena y una mala forma de trabajar con arreglo a su criterio, se dice: Este malentendido se esclarecerá por sí solo. Únicamente quedan cerca del acosado los incondicionales o amigos. Se inician las consecuencias del síndrome de mediocridad inoperante activa, MIA (José Luis González de Rivera y Revuelta,Psiquis, 1997, 18 (6): 229-231)
Las posturas se afianzan pero siempre de forma sobreentendida. Sigue sin haber guerra declarada aunque ya sean muchos los frentes de batalla que se han abierto. El acosado empieza a recibir mensajes de las pocas  personas que quedan próximas a él en el sentido de que hable con el acosador para aclarar los malentendidos. Cuando lo intenta recibe la doble información paradójica: no pasa nada (objetiva), y te detesto (subliminal). Se inician algunos síntomas de estrés postraumático. El acosado rumia repetidamente las escenas paradójicas y los ataques pero no es consciente de lo que pasa. Al no haberse declarado hostilidad alguna el acosado desarrolla el síndrome de Estocolmo. Atribuye a malos entendidos, a falta de experiencia, a la mala fe de algunos compañeros que malmeten, etc., pero al verdadero origen del conflicto, al acosador, lo considera otra víctima de la situación. En esta fase el acosado, al necesitar de elementos objetivadores de lo que ocurre -pues no entiende los acontecimientos- suele recurrir a comunicarse por escrito, tiende a controlar objetivamente las comunicaciones. Ante las instrucciones contradictorias solicita aclaraciones por escrito y empieza a dejar constancia de los medios de trabajo que solicita y no le dan, etc. Aparece el insomnio; en muchas ocasiones no son problemas de conciliar el sueño sino de despertar antes de la hora en medio de pesadillas y sin poder conciliar de nuevo el sueño.
Se consolida el  gang de acoso. El acosador, que es una persona carente de empatía -no conecta emocionalmente con los demás- sin embargo desarrolla una seducción estudiada, hábil y efectiva para mantener la atención del grupo que en esta fase aparenta una nube de moscas entorno a un pastel. A esta seducción sucumben incluso algunos cercanos al acosado que empiezan a considerar que hay una falta de comunicación propiciada por la víctima respecto del acosador, –ya que nadie tiene ningún problema de comunicación con el acosador, si el acosado lo tiene será porque no quiere comunicarse-. Cuando el acosado dice no poder hablar con el hostigador porque no se le da oportunidad para ello, se interpreta como una excusa para esconder un conflicto personal del acosado con el acosador que ante los ojos de los demás es una persona atractiva y encantadora. De forma injustificada y súbita se incrementa la presión sobre el acosado. Se le piden informes, actuaciones y gestiones para justificar su trabajo. Por primera vez se da una discriminación objetiva frente a otros trabajadores de igual responsabilidad que la víctima. El acosado traslada parte de esta presión a sus subordinados que a su vezla sienten en su piel y es percibida como una repercusión injusta pues con ellos no va la guerra. Si el acosado tiene problemas con el acosador, que lo resuelva con él; pero al acosado le sigue siendo prohibido comunicarse directamente con el acosador y en estas condiciones ya toda mediación es manipulada.
Empieza la “luz de gas”. El acosado se cuestiona todos sus conceptos y criterios laborales. Todos menos él empiezan a valorar trabajos mal realizados, de poca entidad, como si fuesen buenos. A los trabajadores mediocres se les potencia y a los buenos trabajadores se les minusvalora: hay una vuelta de tortilla. El acosado duda de todo su bagaje profesional. Empieza la soledad. Los mediocres que se sintieron tiempo atrás presionados por la actitud laboral del acosado cuando lideraba el grupo laboral, aprovechan descaradamente para hacer revancha. El acosado observa de lejos e interpreta que el acosador no es sino una víctima de tanta maledicencia, error del que nadie parece ser capaz de sacarle, él mismo no es capaz de informar a su acosador de lo que realmente pasa: empieza a sentirse culpable de no saber cómo explicar a su acosador que otros le están cercando. No se identifica al acosador como al agresor real y sí a terceras personas que están siendo manipuladas por él. El acosado desarrolla agresividad que hace que sus relaciones con sus jefes, subordinados y compañeros se compliquen. El ambiente laboral se deteriora notablemente.
Sin previo aviso y sin justificación se produce el cese del puesto de trabajo si era de libre designación, o una remodelación de responsabilidades que aparta al acosado de su unidad laboral. Este acontecimiento no es avisado ni adelantado, es totalmente sorpresivo. Se impide al acosado dar su versión de lo sucedido a los demás, y el acosador directamente o a través de un tercero lanza el rumor de que había algo turbio, o bien no se han acatado mis órdenes, o simplemente si no hay otro que esgrimir, no era posible la comunicación con él. El ambiente laboral ya era de aislamiento del acosado desde antes del cese por eso cuando este se produce no solo no extraña a nadie sino que los mejor pensados entienden que algo ha pasado y que era ese algo lo que explicaba la anómala situación previa al cese y que no se ha hecho trascender en qué consiste exactamente ese algo para no perjudicar aún más al acosado. En definitiva se da un error de atribución. Los que formaban parte del gang de acoso simplemente ven ratificadas sus expectativas, se dicen: al final el tiempo pone las cosas en su sitio
Desconcierto, desorientación, estrés postraumático, ansiedad y por encima de todo una tremenda vergüenza y sentimiento de desprestigio y humillación. Todo el entorno del acosado se conduce como si hubiera pasado algo que justificara el cese o traslado por lo que los sentimientos del acosado son como si tales supuestos hechos se hubiesen producido en verdad y la consecuencia es la asunción de una vergüenza propia del culpable. En estos momentos el acosado pierde la referencia de realidad, algunos amigos han dejado de serlo, alguno incluso le retira la palabra sin que él sepa porqué, los compañeros en general han percibido la tragedia pero no tienen elementos de juicio objetivos para entender lo que pasa. Los adversarios laborales disfrutan del espectáculo. El miedo que está en el aire crea el fenómeno de chivo expiatorio: el grupo sabe inconscientemente que mientras el acosado estigmatizado reciba la violencia de su acosador, ellos están a salvo. No lo racionalizan. Pero el acosado se encuentra solo: nadie comparte con él nada. No se acercan a su lado y mucho menos en presencia del acosador. Se respira el riesgo para los que osen arrimarse a él. Se inician las primeras conductas de evitación, el acosado desorientado por completo se aísla para darse un respiro e intentar hacer que pase el chaparrón. Ese parón es interpretado por el resto como un aislamiento por orgullo, por despecho y de esta manera se entiende que no se le den funciones específicas, ni personal a su cargo, ni trabajo alguno propio de su capacitación profesional. Se consolida el insomnio y los primeros problemas gástricos (acideces, malas digestiones, gases). El acosado no ha entendido lo que pasa y por tanto no ha digeridopsicológicamente los acontecimientos.
El síndrome MIA (mediocridad inoperante activa) que propicia el acosador y cuyos primeros síntomas ya habían aparecido con anterioridad desde el principio, se desarrolla claramente: Disminuye el rendimiento en la unidad de trabajo, se genera gran cantidad de trabajo improductivo y burocracia en trámites de control innecesarios propiciados por el acosador que por un lado destruye todo lo creativo apartando a los mejores trabajadores y promocionando a los mediocres, y por otro estableciendo una maraña de medidas burocráticas de control encaminadas a la  monitorización de todo el personal, todo ello fomentado por el acosador que desconfía de todos y pretende así llevar a cabo un control para que todo pase por él. A pesar del aparente compadreo, que pronto desaparecerá para reaparecer solo cuando haya de ser acosada una nueva víctima, no se establecen verdaderos lazos afectivos entre el acosador y los trabajadores pues se trataba solo de una acción de seducción calculada para aislar al acosado; una vez aislado ya no es necesaria y el acosador deja de propiciar ese gang de cotilleo.
El estrés postraumático, ansiedad y angustia prosiguen enraizados en el acosado cuyos problemas gástricos se agudizan con úlceras, de esófago o estómago, reflujos gástricos, dolores abdominales, etc. se diagnostica síndrome de colon irritable. Pueden aparecer eccemas, urticarias, pruritos anales, etc.
Pocos son ya los compañeros o subordinados que permanecen cerca del acosado. Se percibe claramente el peligro de estar cerca de él. Únicamente aquellos con un alto sentido de la amistad o de la fidelidad siguen a su lado y por ello son objeto de constantes perjuicios en su trabajo. Se les valora menos su labor. Las partidas subjetivas de sus honorarios se verán drásticamente reducidas o eliminadas sin justificación alguna. Son convertidos en carne de cañón. Si alguien queda cerca del acosado será perjudicado en todo lo posible por el acosador, solo depende la intensidad de su  perjuicio del grado de poder del acosador sobre ellos. Todos los demás lo contemplan. El acosado debe quedar solo y los demás así lo deben percibir.
Todos los síntomas anteriores se consolidan y además la mente del acosado es ya un montón de pensamientos y rumias circulares sin fin. La falta de atención hace que se olvide de casi todo, la memoria a corto plazo desaparece por completo. A diario olvida donde ha aparcado el coche, con quien a quedado para comer, en que fecha se va de vacaciones… se hace presente el fantasma de la depresión. Al nopasar el chaparrón se establecen todos los síntomas de forma permanente. El acosado defensivamente contribuye al aislamiento. Ya solo habla en su trabajo con muy pocas personas y además es incapaz de hablar de otra cosa que de su propia situación de desamparo que nadie parece entender. Se hace pesado siempre con lo mismo y los pocos allegados le dicen que tiene que pasar página que solo depende de él, que se adapte. Cuanto más les habla de su problema de cuyo origen no entiende, más le dan de lado y más se aísla.  
No se le asigna trabajo o se le asigna un trabajo muy por debajo de sus capacidades y funciones laborales reconocidas. Cuando incluso de unos tan someros encargos intenta hacer un buen trabajo, no se le reconoce el esfuerzo. Aunque lleve a cabo labores sin medios, sin cursos, sin manuales, sin apoyo ninguno de personal ni material, no se reconoce su trabajo y se le aparta de toda gratificación, mención o reconocimiento. Nadie lo comenta pero todo el mundo lo percibe, es muy importante que todos entiendan sin que se hable de ello que no hay nada que se pueda hacer por el estigmatizado. Se sabe pero no se habla de ello. El tema se ha convertido en un tabú.
Sin que el acosado sepa a qué obedecen, surgen las fobias. La primera entre el acosador y acosado. Sin motivo objetivo aparente alguno -pues sigue sin haber guerra declarada- la víctima hace con el acosador lo que éste hacía en un principio con él: le huye. Procura no encontrarse con él, intenta no coincidir en ningún lugar y si el contacto visual se produce acarrea de inmediato palpitaciones, sudoración , etc. Esta fobia es compartida por el acosador sobre  quien sin embargo los síntomas parecen ser diferentes, desarrolla toda una serie de miradas desafiantes y de desaprobación que desde un punto de vista lógico no responden a nada pues ya no hay relación prácticamente entre ellos. Ambos se evitan por todos los medios. El acosador disfraza esta situación con altivez, el acosado con ánimo de pasar desapercibido.
Hace tiempo que el acosado procura por todos los medios establecer por escrito sus comunicaciones para intentar cubrir de legalidad todos sus actos, se sabe controlado, se le monitoriza su horario, se le recortan las jornadas trabajadas, no se contestan a sus correos electrónicos: se siente en peligro pero no sabe porqué, percibe la inquietud, el desasosiego y la soledad pero sigue sin encontrar una explicación. Al mismo tiempo todo el personal se ha venido relajando en sus trabajos, solo se cumplimentan exhaustivamente las labores de control de personal, fichados de horarios e impresos rutinarios, pero el trabajo de entidad disminuye o desaparece casi por completo. Se altera la estadística artificialmente para maquillar los bajos resultados en rendimiento.
Se establecen otras fobias en el acosado que tienen que ver con su lugar de trabajo al que empieza aborrecer. Elude por todos los medios hablar de su trabajo con terceros, aunque no lo consigue en ningún momento, intenta no pensar en su trabajo ni en sus «compañeros». Sin embargo con sus compañeros no le es posible hablar de otra cosa que de su situación en la oficina, se hace pesado a los demás que no quieren entrar a valorar nada en relación con su situación (con el tabú): piensa en otra cosa, adáptate.  Por las mañanas al levantarse para ir a trabajar tiene arcadas, vómitos cuando divisa su lugar de trabajo. Su sistema hormonal se ha descompensado y sufre repentinos ataques de sudoración que le vienen de improviso y acaloramientos súbitos. Cualquier cosa en el trabajo le dispara una reacción desmedida. Oír su nombre a otro compañero, una carta en la mesa de su oficina o un timbrazo telefónico le desencadenan taquicardias, sudoraciones, temblores… él no lo sabe porque nunca los ha tenido pero son ataques de pánico lo que está experimentando su cuerpo. En su casa su familia no sabe lo que le ocurre, está permanentemente ausente de todo. Sin motivo aparente llora, por una música evocadora, por la vista de un hijo durmiendo, por pensar en lo que fue y en lo que se ha convertido…
Con tal de llevar a cabo alguna labor en compañía de algún compañero y para romper el aislamiento, el acosado se ofrece voluntario para la realización de algún trabajo manifiestamente inferior a su categoría profesional. Puede ocurrir que nadie quiera compartir con él ese trabajo; si alguien aún está junto a él y decide apoyarle en ese empeño puede ser tremendamente perjudicado. Se vierten sobre él falsas acusaciones de negligencia, de mala calidad de trabajo, etc. Quizá no es el acosador el que las formula. A estas alturas ya no le hace falta al acosador desarrollar su violencia directamente sobre él, los demás se encargan, serán los compañeros celosos, los pelotas, los deseosos de agradar al acosador los que le hagan el trabajo. Cualquiera que en este estado perjudique al acosado se granjeará el favor del acosador que pagará con privilegios y con gratificaciones el trabajo de acoso y derribo. Quien haya osado ayudar o solo estar al lado del acosado puede ser cesado, trasladado o expedientado con el más mínimo pretexto.
El acosado tiene reacciones de aterrorizado. De lejos vigila las entradas de su acosador en la oficina, aparecen ideas paranoides:aquel que apunta cuando paso… ¿estará anotando por orden de alguien la hora a la que entro en la oficina?, se sorprende a sí mismo mirando insistentemente por el espejo retrovisor cuando conduce, sabe que no aparecerá nadie… pero sigue mirando…
A estas alturas el acosado es considerado ya por el acosador como eliminado. Es entonces cuando quizá por primera vez en todo el proceso de acoso cometa algún error que deje rastro de su verdadera naturaleza perversa. El acosador se ha relajado un poco con respecto a su íctima y hace tiempo que son otros los que le realizan el trabajo de acabar de machacar a la persona estigmatizada. Continúa deseando su destrucción pero al considerarlo ya eliminado, pues capta su deterioro, empieza a buscar otro candidato para su siguiente festín. Acaso encuentre a su próxima víctima entre aquellos que habían colaborado a aislar y dañar a su acosado. En esta fase quizá otras personas del entorno laboral han ido desarrollando una cierta tensión laboral, un estrés del que nadie conoce su origen, lleva ya tiempo quizá esta nueva víctima siendo objeto de los mensajes paradójicos y de la violencia psicológica del acosador que es técnicamente un asesino en serie, no se contentará con una sola presa, irá buscando más y más pues su narcisismo perverso requiere que se vaya renovando la víctima para ir alimentándose de sus presas. El depredador no parará. En esta fase el acosado ya no existe, ya nadie cuenta con él y es posible que se le haya excluido de los organigramas de la organización, que no figure en las listas de distribución de correo, que su correspondencia no le llegue o que su nombre sea borrado de un casillero, se le desaloje de su despacho, etc., aunque ya no se trata de la acción directa del acosador sobre él, simplemente para todos ha desaparecido
Después de repetirse tantas y tantas veces ¿Qué he hecho yo…? ¿Qué he hecho yo…? El acosado no entiende lo que le ha venido pasando desde hace ya tanto tiempo un año, quizá dos, los hay que llegan a esta fase tras unos meses solo, los hay que aguantan varios años. Solo depende de la fortaleza de la víctima y de la distancia a la que se haya podido mantener de su acosador. Aparecen las primeras ideas de suicidio. Se juega con esas ideas, es solo una fabulación pero… ¿Que pasaría si lo hiciera?…, si lo hiciera en mi despacho, en mi oficina se darían cuenta… entonces si que tendrían que darse cuenta de lo que me han estado haciendo? El acosado decide buscar ayuda profesional.
En su centro de trabajo ya nadie se para a pensar en el acosado. Increíblemente se le permite pulular por donde quiera, es una especia de zombi con patente para no hacer nada. Entra, sale, nadie le pregunta que hace ni a qué se dedica. Se ha hecho invisible para los demás. Quizá una persona le enciende la luz del despacho para que crean que ha venido, y no va a trabajar, quizá le quede alguien que le ficha la entrada y la salida en el reloj de control; no lo notan porque ya no existe. A venido faltando a trabajar en muchas ocasiones pero se ha resistido a coger una baja prolongada. Ya no puede más y se da de baja a intentar solventar su depresión. Probablemente ya a estas alturas, el acosado ha intentado irse de la organización en que trabaja, ha pedido cubrir plazas de menor categoría que la suya, si no se la conceden habrá intentado cambiar su ámbito de trabajo para salir de su esfera laboral, si no lo consigue ha perdido su ultimo tren hacia la libertad. En ocasiones no es aceptado en otro puesto de trabajo porque su acosador informa negativamente de él, quiere seguir viéndolo destruido.
Busca un psicólogo que le ha dicho un amigo que es bueno…  y va y le cuenta como está… Estas muy mal le dice el psicólogo, tienes una depresión ansioso depresiva. Si tiene la suerte de dar con uno de los pocos profesionales que saben algo de acoso psicológico puede que aún tenga posibilidades de salir solo con algunas secuelas de donde le han metido, sin su puesto de trabajo, pidiendo traslado o renunciando a su plaza, con muchos meses de tratamiento, pero vivo y con algunas ganas de seguir viviendo. Si el profesional no sabe lo que le está ocurriendo, y lamentablemente el acosado no se lo va a poner fácil pues a estas alturas es ya solo una piltrafa que no ha entendido nada de todo el proceso, lo que va a hacer es solicitar del médico de cabecera que inicie tratamiento con antidepresivos que tras los primeros temblores y mareos le irán bien, se encontrará algo mejor y con esa torpe mejoría se le irá la ultima esperanza de salir íntegro de todo este proceso pues los fármacos le van a limitar sus capacidades intelectuales, y sobre todo le van a proporcionar un conformismo que es exactamente lo que hace falta para perder la última esperanza de salir del psicoterror. Antes de ahora había venido faltando a trabajar en bastantes ocasiones pero no de forma prolongada, ahora le dan una baja laboral en la que consta como enfermedad: «depresión.» La terapia que se le aplica tiene por objeto paliar las deficiencias psicológicas, o las de potenciar habilidades sociales pero no de resolver los daños sufridos por todos los  ataques, es decir, son contraproducentes pues hunden más al acosado en el pozo, ya que él no tiene deficiencias: simplemente es una víctima.
Tras la baja por depresión, en la vuelta al trabajo las humillaciones y vejaciones son ya cotidianas y se dan de forma automática, ni siquiera son ya malintencionadas, no hace falta, surgen de forma espontánea pues el grupo reconoce que el acosado ya no existe profesionalmente hablando. Se ha eliminado al acosado, no se le pasan a la firma documentos que ávidamente otros jefes o subordinados se aprestan a cumplimentar, su escalón jerárquico se ha eliminado, a él no lo sustituye nadie; él no sustituye a nadie, otros lo hacen: se ha eliminado su nicho ecológico/laboral. Si le comenta a algún compañero su malestar el comentario es rápido ¿no estarás estresado ahora, verdad?, porque vives como un cura, ya me gustaría a mi…  Las consecuencias del desarrollo del MIA (Síndrome de Mediocridad Inoperante Activa) son evidentes a estas alturas, el absentismo laboral se ha incrementado muy notablemente en toda la oficina, en general todos los que dependan jerárquicamente del acosador rinden notablemente menos pero han de superar más controles formales de su actividad: mayor burocracia. En este ambiente toda idea nueva, brillante, renovadora, será rechazada por el grupo que se instaura en una cómoda y gris medianía sin grandes aspiraciones laborales.
Con el alejamiento del centro laboral los síntomas parecían mejorar algo pero al volver al trabajo todos los síntomas persisten y empeoran, además hay temblores en las extremidades, agotamiento físico pérdida absoluta de autoestima y una creciente agresividad que trae como consecuencia el enfrentamiento en público con algún compañero, miembro o no del gang de acoso: a estas alturas todos son enemigos para el acosado. Se ha convertido en un bicho raro, piensan: está donde le han llevado su forma de ser y su temperamento.Su coordinación motora está muy deteriorada, se tropieza por la calle con cualquier obstáculo. Pasea durante horas para intentar  relajarse, se le ve deambular sin ocupación. Ha perdido la capacidad de concentración hasta tal punto que no lee, no es capaz de seguir el guión de una película. Su libido se ha extinguido. Cuando conduce se pierde en su ciudad, aparece en otro lugar diferente al que se dirigía.
Si todavía no ha sido sancionado por bajo rendimiento o por errores cometidos en su trabajo lo será pronto. Ha pasado de no existir a ser algo desagradable para el grupo laboral. Es una persona huraña, mezquina, solitaria y agresiva.
Tras varias bajas sin resolver el problema de salud se añade una separación matrimonial. La mayoría de los acosados se divorcian de sus cónyuges durante el proceso de acoso. Según las estadísticas la drogadicción será uno de los últimos estadios en el deterioro físico y psíquico del acosado. Inconcebiblemente el acosado sigue sin saber que está siendo objeto de un sistemático ataque, individual al principio y generalizado después. Si finalmente la liberación del acosado viene dada en forma de suicidio existen muchas probabilidades de que este se materialice en el centro de trabajo y con herramientas o instrumental propio de su actividad laboral. Si la liberación no se da, el acosado acabará con una baja definitiva por incapacidad laboral absoluta.
Si por el contrario antes de llegar a estas ultimas fases el psicólogo o el médico de cabecera o incluso en algunas ocasiones una persona cercana pero ajena al núcleo inmediato de su trabajo, le ofrece su comprensión, entiende que está siendo objeto de mobbing y le informa, o a veces simplemente le da la clave  necesaria como para que él se haga preguntas, o bien si en su casa obtiene el suficiente apoyo y le comprenden y explican que esa «culpa» que el vive como suya no lo es, entonces quizá se interrumpa el proceso de deterioro. El entendimiento en este caso, la revelación a su mente de la verdadera naturaleza de su problema, el ¡eureka!, el insigth, es estruendoso y deslumbrante, se produce un cambio en la actividad mental del acosado que pasa súbitamente a ver, a entender, y queda asombrado de su ceguera. Identifica al acosador como tal, a sus colaboradores y puede llegar a entender todo el proceso si se le ayuda desde fuera convenientemente. Este trámite de descubrimiento es deslumbrador, se acompaña de una hiperactividad mental descontrolada y una necesidad de trabajar para comprender y resolver el problema, el acosado necesita trabajar ininterrumpidamente para comprender toda la génesis del problema. Descubre su ceguera. La resolución, cuando llega a tiempo, no suele ser de índole laboral pues a ese nivel ya no suele tener remedio. En el mejor de los casos el acosado deberá de cambiar de actividad laboral y empezar una nueva vida, pero si llega al fin en uno u otro caso vendrá acompañada de un renacimiento psicológico del acosado que contemplará el universo de una forma nueva y mas trascendente. Probablemente habrá crecido a un muy alto coste. O, también frecuentemente, quedará como un subproducto de la violencia d esta sociedad que como única compensación quizá le proporcione una pequeña pensión con la que pagar los fármacos que consumirá y que le ayudarán a llegar al fin de sus días.
 

Estados de fracaso, de desesperanza, desesperación, derrumbe de las defensas, fracaso agudo del sistema de valores, confrontación aguda con la culpa real, pueden forzar la percepción de la verdad y la realidad (ya no como medio sino como fin) en ciertos casos en que hay suficiente fuerza y coraje.

Abraham H. Maslow