Un virus anda por los despachos, se mete por las reuniones, contagia empresas enteras y causa la baja de muchos trabajadores. Este virus era ya conocido desde antiguo por investigadores de nuestro sistema de vida pero ninguno fue capaz de descubrir la vacuna contra él. Ya en tiempos hacía estragos en el mundo laboral pero nunca tanto como ahora. Hoy parece haber mutado y se ha convertido en uno de los peores enemigos del trabajo, de la productividad, de los beneficios, de la salud laboral. Se reproduce por contagio directo de persona a persona y parece tener una especial preferencia por propagarse a través de las líneas jerárquicas de las organizaciones laborales y sobre todo en el sentido descendente. Allí donde un directivo de alto nivel se ve contagiado de este agente patógeno, pronto se advierte como sus inmediatos colaboradores caen enfermos y la explosión epidémica se ve crecer y crecer sin que parezca que nada ni nadie sea capaz de parar su avance. El número final de enfermos solo depende del número de trabajadores que haya por debajo de los contagiados. Muy pocos en estos casos de contagio descendente son capaces de resistirse a la acción de este agente destructor y quien milagrosamente se ve libre de caer enfermo, entra en una dinámica de aislamiento, a la que le obligan sus compañeros enfermos, en la que a pesar de librarse de esta grave enfermedad pronto desarrolla síntomas de otros trastornos diferentes y de no mejor pronóstico.

Los investigadores de este fenómeno dibujan un perfil muy particular del huésped que trasmite esta terrible enfermedad asegurando que se trata de personas con pocas relaciones personales aunque con bastantes relaciones de tipo intrascendente, bastante capacidad de seducción superficial, egoístas, profundamente interesados y materialistas, que a menudo presentan una tez pálida y un porte adusto y hasta prepotente, algo ególatras, a veces inteligentes pero siempre vulgares en su desarrollo profesional, nada innovadores y especialmente avocados al establecimiento de trabas y controles innecesarios a los demás de su grupo laboral.

Según los expertos no en cualquier ambiente laboral se propaga esta enfermedad virulenta y aunque aseguran que el agente causante se encuentra por doquier en todo tipo de lugares donde se trabaja, sin embargo únicamente se reproduce en aquellos centros de trabajo en los que ya hay una predisposición, como si se tratase de una alteración genética que avocara al desarrollo de esta plaga de nuestros días. Un rico caldo de cultivo para este nuevo mal de antiguo germen esta constituido al parecer por los ambientes corruptos, aquellos centros laborales en los que se transgrede con frecuencia las normas de todo tipo, donde la moralidad y principios éticos han sido sustituidos por otras formas de relación personal que algunos han venido en bautizar como el sistema «sálvese quien pueda», también llamado en determinados foros investigadores, procedimiento laboral de «marica el ultimo». Es un tipo concreto de centro laboral donde ha aparecido el fenómeno del trepismo, forma parásita de pseudocompañerismo donde la relación ordinaria de trabajo se llega a usar como instrumento de ascenso profesional, pero nunca de desarrollo sino de aprovechamiento en beneficio propio. En estas empresas, hoy sometidas a estudio de campo para el control de esta epidemia, también se quebrantan las normas objetivas que pretenden la regulación de las actividades de los trabajadores y de los mismos fines y objetivos fijados por la empresa, sin embargo y según las mimas fuentes científicas consultadas, resulta común en estas organizaciones laborales la falta de asunción de estas características peculiares como propias, lo que hace particularmente difícil el estudio y progresión en la erradicación de esta enfermedad.

Las firmas más pioneras que han detectado la reducción de la cifra de sus beneficios y el inmenso perjuicio producido por este fenómeno de propagación explosiva, han iniciado por su cuenta estudios de laboratorio con la esperanza de controlar sus efectos y recuperar en un futuro no muy lejano sus cifras originales de ganancias.

Algunos científicos investigadores han pretendido dar su nombre al virus, agente responsable de esta pandemia, pero tras las comprobaciones necesarias ha habido acuerdo en el reconocimiento de que este agente tóxico ya fue identificado desde antiguo y ya entonces se le bautizó, aunque nunca se pudo aislar ni erradicar de entre nosotros, su nombre era y sigue siendo: la envidia.

 

Ricardo Pérez-Accino.