Los que hemos vivido lo suficiente como para no tener ya de referencia ni al Capitán Trueno, ni a Superman ni a otros héroes de comic, y que hace ya mucho desestimamos a los políticos como posible fuente de solución de problemas -más bien el lugar de donde nacen los conflictos mayores en nuestro entorno- nosotros, los que cada día más escandalizados comprobamos la ausencia de valores en nuestra sociedad, y de manera mucho más decepcionante en los órganos de representación política y administrativa que, lejos de ser los últimos valladares de las buenas practicas, se han convertido en ejemplo de lo que no hay que hacer; esos, sí, esos, los que venimos viendo con asombro como el paso de los años equivale, en estos tiempos, al retroceso social y humano, a la perdida de decencia y de sentido común generalizados; nosotros, no estamos sin embargo tan ciegos como para no ver que sí nos quedan reductos de buen hacer, que sí, que a pesar de todo y desde luego milagrosamente, ya que nada lo favorece, hay sin embargo héroes y heroínas en nuestro mundo que todos los días trabajan duro, y que se enfrentan a la injusticia y a la corrupción sin más apoyo que sus principios, sin más recursos que su convicción y su valentía.
Tenemos por toda la geografía a gente normal, sin plataforma habitual en la prensa, que no ostenta ni cobra de cargo público alguno, que vive y disfruta con su estatus de a pie de un saludable anonimato -que es el hogar natural de la buena gente- que vive respetando y dejando vivir. Sí, los tenemos, pero no son fáciles de ver porque ni buscan el eco mediático ni la fama, ni ser el centro de nada. Son la humildad personificada a la que los tiempos que corren de falta de autenticidad y medianía los convierten en los únicos referentes morales a nuestro alcance, aquellos que frente a todo y todos siguen defendiendo la justicia, la equidad, el trabajo bien hecho, y desde luego el control de las cuentas públicas, esas a las que algunos políticos consideran una mera prolongación de los presupuestos familiares, de partido, o simplemente de sus variopintas faltriqueras.
Hay personas a las que todos debemos dar gracias por el alto precio que se les hace pagar en su entorno hostil, acostumbrado al mangoneo y a la prepotencia, por el simple hecho de hacer las cosas bien.
Hacer las cosas bien es en determinados lugares sinónimo de enemigo a batir, de escollo a superar para trepas y oportunistas, para corruptos que medran del descontrol, del amiguismo y la parcialidad interesada.
Merece la pena leer la sentencia que se acompaña para entender el mérito desconocido de algunas personas a las que este sistema convierte en “víctimas del buen hacer”, que terminan siendo victimizadas por toda una organización en la que han fallado los sistemas de prevención del daño y del abuso. Fallos que han hecho necesaria la intervención de la justicia para evitar que la megalomanía de un alcalde sea la que pueda llegar a gobernar un municipio. Este alcalde se sintió capaz de usurpar las funciones de control que la ley otorga a la intervención de cuentas, y gracias al destino, a la persistencia de su víctima y al buen hacer de su abogado, un magistrado ha puesto en su sitio las cosas y personas necesarias.
Demos gracias a todos por ello, a la víctima -que lo sigue siendo- por su valentía, a su sindicato CSIF, que la ha apoyado en todo momento, a su abogado, y muy de destacar al magistrado que ha sabido ver y valorar las pruebas que acreditan los desmanes habidos y que de manera tan clara plasma en su sentencia, y también agradezcamos la existencia y labor de ANAMIB, nuestra asociación, que ha prestado y seguirá prestando su apoyo y orientación a la víctima, para que pueda salir de esta sinrazón enfermiza con salud y con las menores secuelas posibles.
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Entre otras muchas cosas que noto a faltar están desde luego el Capitán Trueno y Superman, los nuevos referentes que han venido apareciendo son, me temo, referentes de otros valores muy distintos… si es que les podemos llamar valores.
Ricardo Pérez-Accino
Presidente de honor de ANAMIB