Publicado en el Diario Ultima Hora el 28-02-07. Islas Balears.

Por Ricardo Pérez-Accino

Presidente de ANAMIB

La madre del cordero

Vienen apareciendo noticias no siempre tendenciosas pero muy a menudo persistentemente desafortunadas sobre la violencia que nuestra sociedad soporta, sobre sus efectos y fórmulas de solución. El pasado día 14-02-07 la edición de un diario local de Balears, bajo el titular Educación busca posibles ‘Jokins’ entre los alumnos más acosados, se nos informaba de unas cifras que solo pueden ser calificadas de aterradoras, fruto del trabajo de investigación de un experto en Balears:

Mil doscientos  estudiantes de ESO de Balears sufren agresiones de diversos tipos y en repetidas ocasiones. Un 24% (o sea: 10.000) han sido objeto de algún tipo de agresión a lo largo del curso. Un 6% de ellos (nada menos que 2.500 alumnos) admiten haber vivido una situación que los expertos califican de «asedio». Y por si fuera poco el panorama de violencia escolar que la información presenta enriquece si cabe el escenario digno de Stephen King, con la afirmación de que  dos de cada tres alumnos (28.000), admiten haber sido testigos de una agresión a alguno de sus compañeros.

Comenta el artículo otras cuestiones de interés, barajando conceptos como la capacidad de adjudicar gravedad a determinados hechos por parte de los alumno y su relación con la violencia, y otras de una inquietante evidencia como que  aunque todos sufren algunos lo llevan con gallardía.

Sin embargo ni una sola de las quinientas once palabras dedicadas a la información, habla o se refiere ni directa ni indirectamente al verdadero problema, al origen de la violencia: a los violentos, lugar de donde nace el daño. No se habla de los alumnos hostigadores. ¿Solo son noticia las víctimas? ¿Es que a alguien puede tranquilizarse porque Un experto avisa que no todos los 1.200 estudiantes de ESO más agredidos son potenciales suicidas?

Sí, efectivamente, como se dice en el artículo parece que Educación busca posibles ‘Jokins’. Pero lo que no dice este texto es que la “localización de Jokins” no es la forma de resolver el problema. Jokin fue una víctima que tuvo desgraciadamente que suicidarse para liberarse de un problema que sus mayores no fuimos capaces de resolverle: la violencia de que era objeto sistemáticamente en su colegio. Y no fuimos capaces entonces por lo mismo que ahora no parece que lo vayamos a ser, porque en lugar de investigar a los violentos, quienes deberían de poner límite a sus agresiones dedican su tiempo y esfuerzo a estudiar a las víctimas en lugar de analizar a los verdugos, de corregirlos, de apartarlos de donde puedan hacer daño, o de imponerles las terapias y técnicas necesarias para que dejen de ser emisores permanentes de violencia. Es la violencia la que hay que erradicar y no pensar que con paliar sus efectos tendremos el problema encarrilado. Eso es mirar para el tendido. El miura no esta allí, está en el colegio, en los trabajos, en la calle. Los hostigadores y violentos son a los que hay que estudiar para resolver “su problema”. El problema de los pacíficos no es el ser gente de bien, sino que los violentos los conviertan en víctimas y que quienes deben de resolver el conflicto, porque entre todos les hemos conferido esa autoridad, en lugar de  coger al miura por los cuernos, se dediquen a hacer estadísticas de las cogidas o al análisis de si son los toreros de la escuela rondeña los más susceptibles de sufrir heridas por asta de toro o si por el contrario son los de la escuela sevillana. Todos los ciudadanos toreamos con la violencia a diario, los escolares también, y necesitamos que se localice el origen de la violencia, que se cure la enfermedad de los violentos y que se nos proteja del daño que nos provocan. Los estudios de riesgos por muy vistosos no resuelven por sí solos nuestra legítima aspiración de paz y tranquilidad. De verdad, del binomio violento-víctima, hay que ayudar a la víctima si, pero la mejor ayuda es eliminar la violencia de su verdugo.

¿Qué pensaríamos de una policía que ante un asesino en serie se limitara a hacer un pormenorizado estudio sobre los horarios noctámbulos de las víctimas, o sobre las coincidencias liberales (¿sospechosas?) de sus profesiones, o sobre sus personalidades, o sobre la cantidad de tela que cubrían sus restos mortales; y que obviase toda investigación sobre los sospechosos? ¿Es que resolveríamos los asesinatos  solo estudiando a las víctimas y dejando fuera del análisis a los asesinos?

Estudiemos, localicemos y corrijamos a los responsables, a los autores, a los hostigadores y violentos. Y de los cómplices que les permiten desarrollar su violencia. Y de quienes teniendo encomendada nuestra protección, nos abandonan y hasta se suman a los agresores. Protejamos al cordero no por cordero sino por inocente, y busquemos, también en esto, la madre del cordero.